El otro día compré un kilo de tomates, pero no los utilicé enseguida. A los pocos días, cuando fui a hacer una ensalada descubrí que los tomates estaban demasiado maduros. Entonces, para que no se sintieran heridos por no poder acompañar a la lechuga, les repetí la frase de Elliot Gould: “Nadie puede ser esclavo de su identidad: cuando surge una posibilidad de cambio, hay que cambiar”, y los transformé en una salsa de tomates, fácil y rápida.
Les hice un corte en cruz a la piel y los puse unos minutos en agua hirviendo. Los pasé por agua fría y les saqué toda la piel.
Después puse un poco de aceite en una cacerola y los eché dentro con orégano, sal, una pizca de azúcar (para cortar la acidez dicen), perejil y pimienta. A medida que se van cocinando los fui trozando con la espátula, hasta que quedó un riquísimo puré de tomates listo para usar.
Si les gusta pueden freír ajo y cebolla antes de echarle los tomates.
Se puede guardar dos meses en el freezer.
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